lunes, 8 de febrero de 2010

Personalidad anal.

Mi forma de nombrarlo es “Universos Paralelos”. Diferentes porciones de realidad que ocurren en un mismo tiempo. Diferentes percepciones e interacciones con el medio que tiene lugar en una misma franja horaria. Normalmente, a eso que yo llamo universos paralelos, se les suele llamar .
Vidas las hay de muchos tipos y todas dependen del punto de vista desde el cual se miren. Las hay plenas, aburridas, duras, fáciles, pobres, millonarias… Y todas tienen algo en común: que todas son diferentes. Como una huella dactilar. Es propia de cada persona. Como la estructura del ADN. Cada una se desarrolla de un modo distinto. Las proteínas, al igual que las vivencias, se organizan para dar como resultado a cada uno de los entes que habitan la superficie terrestre.
Por lo menos que nosotros sepamos.
Y paralelo al desarrollo de las vidas, o mejor dicho, ligado a dicho desarrollo, hay un factor, ni mucho menos pequeño en importancia pues incluso a veces, como el agua sobre la luz, como un muro sobre el agua, como una maza sobre el muro; desvía, cambia o encauza para bien o para mal el desarrollo de las vidas, y esto es: el derecho a cuestionarlas.
Ese derecho que nos da el libre albedrio. Ese libre albedrio que nos dio Dios. Ese Dios que nos dio la Iglesia. Esa Iglesia que nos dio la humanidad. Esa humanidad que posee libre albedrio, ese libre albedrio que nos dio… ¡Pero un momento! He aquí la pescadilla que se muerde la cola. Porque todo gira no en torno a Dios, si no en torno a nosotros y nuestro libre albedrio. En torno a nuestro libre albedrio y nuestras vidas.
Nuestras vidas. Esas que son cuestionadas por el libe albedrio, por otras vidas. Un derecho inalienable que no lo debería ser tanto. Porque a cada paso nos hace inferiores, o superiores. Porque cada día nos hace merecedores del perdón de Dios o merecedores del castigo eterno.
Vidas.
Son nuestras. Nosotros elegimos como vivirlas. Ese si debería ser un derecho inalienable. Derecho a dirigir nuestro propio destino y ser dueños de criticarnos a nosotros mismos por lo que pensamos, por lo que hacemos y decimos.
Pero no.
Porque prevalece el derecho a criticar y estudiar hasta el último átomo vidas ajenas. A desgajar y devorar el pensamiento del vecino.
A destruir.
No es justo. Que venga otra persona y diga:
-Que no valemos nada.
-Que no llegaremos a nada.
-Que así como somos nos quedaremos solos.
-Que eres raro.
-Pero que vives mejor que los niños africanos.
-Que por lo menos estas sano.
Y es entonces cuando yo me pregunto:
¿Acaso esa persona es feliz viviendo como vive?
¿Acaso vive de acuerdo a lo que piensa?
Y por ultimo:
¿Quién es para cuestionarnos antes de cuestionarse?
Es más.
¿Quién demonios es?
Ya no existe la vida privada. Existe la privación de la vida.
Debería haber una ley que en vez de multarnos por escupir o correr por la calle, multara a los que critican sin criticarse primero. Que no aceptan al resto porque no se aceptan a si mismos. Esa gente amargada que lo único que busca es amargar a otra gente para sentirse bien, para equilibrar la balanza a su favor.
Unos lo llaman libre albedrio. Yo lo llamo soberana putada eterna. Porque unos practican el criticar al prójimo, y creo que habría que practicar mas la preautocritica-postreflexiva.
Lo mejor de todo, es que hay días en los que yo no la practico. Hay días en los que no me libraría de la multa.