viernes, 15 de enero de 2010

Ella

Vivimos en un mundo de hipocresía.
En los negocios, en al política, en las amistades y en la famila.
Todo es hipocresía.

Caminando entre la gente casi todo son rostros serios, cabreaodos, tristes, cansados, pero los rostros felices son los menos.
Y lo más seguro es que de entre todos esos rostros serios, cabreados, habrá un vendedor de coches el cual, cuando vayas a preguntarle por el nuevo Mitsubishi Outlander
te ofrecerá su mejor sonrisa, pondrá voz pedante y te hará toda la pelota que pueda,
aunque por dentro piense que eres feo, un palurdo, que no tienes dinero y que le estas haciendo perder el tiempo,
y que además su mujer no le hizo bien el amor anoche y tiene ganas de partirle la cara a alguien.
A ti, por ejemplo.

Eso es hipocresía. Yo la practico, tú la practicas, ellos la practican y todos la practicaremos por el resto de los días.
Porque ya es algo inconsciente, involuntario. Ya no es algo que podamos controlar.
Ya pertenece al género y actitud humanos.
De hecho creo que hay una región del cerebro que lo controla.
El... ¿hipotálamo quizás? ¿O el hipocampo?
Es igual. Sigue estando ahí. Consumiéndonos, controlándonos.
Hipocresía.

De tanto repetir esa palabra va a acabar perdiendo todo su significado para mí.
Mejor la llamaré <>. Ella la Diosa, ella la omnipotente, ella la omnipresente.
Simplemente ella.
No podemos escapar a su control.

Y en el lado opuesto, como anti-dios, el diablo o el anti-cristo, ángel caído; la sinceridad.
Pero no la sinceridad a medias tintas, sino esa sinceridad suprema que cuando miras a los ojos de quien la ejerce,
reconoces en ellos el abismo mismo a los infiernos o quizás las escaleras mismas al cielo.
Esa sinceridad que se está perdiendo, que está en decadencia, que está cayendo en el olvido.
De hecho se podría decir que está mal vista.
Porque hoy día, cuando miras a alguien a los ojos y le dices de corazón que te parece gordo, feo, ignorante o demás cualificativos similares,
se ofende, porque estas siendo demasiado sincero, porque en realidad lo que quiere es un poco de hipocresía.
Sí, esa hipocresía que te controla para que al final le digas que no, que está en su línea, que no se martirice porque no es feo y que máquina por eso que me cuentas porque "yo no lo sabía".

Nos domina, nos controla, pero la amamos incondicionalmente.
Sufrimos una especie de Síndrome de Estocolmo.

Y yo estoy aquí, pensando sobre todo esto.
Porque quizás todo esto es culpa de la sociedad, de las culturas o quizás es culpa del propio ser humano.

He llegado a pensar en irme a vivir de ermitaño.
Pero sé que no voy a ser capaz.
Porque si he dicho lo que he dicho, si he proyectado todo este odio contra ella, es porque en realidad la amo, incondicionalmente.

Por eso cuando venga algún amigo y me pregunte que por qué estoy tan pensativo, tan serio, le ofreceré mi mejor sonrisa,
y le diré que pensaba en lo feo, gordo e ignorante que es.
¡NO!
Mejor le diré que qué bien que haya aparecido por aquí,
porque me cae de puta madre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario